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LUMINOSA ESPIRITUALIDAD
Ave Cæsar
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Quererte es como perderse en un jardín
dorado, porque tu cuerpo tiene el color del
verano y tu pelo negro se ilumina de
reflejos de oro.
Quererte es como andar por la luz
secreta, entre altos árboles, cuando ya es
casi la divina noche y todavía el sol arrastra
su pasión sobre las encendidas cosas.
Mi amor es como un río, a veces
liviano y musical, y a veces tormentoso,
cuya corriente fluye sin pararse,
te refleja sin cesar y te lleva consigo,
a través de dulzuras y tempestades;
Te lleva siempre, siempre, como si fueses
su único y hermoso navío.
En las noches de luna llena, la hija
negra del Rey se asoma a la ventana más
allá de la torre, y llora, llora y llama sin
cesar. Aquí estoy, Amor mío, aquí vengo
a buscarte. Pero ¿cómo podré entrar, si la
torre no tiene ni puerta ni escaleras?

buscarme, una mañana de julio, por esta
puerta a buscarme. Boca del infierno la
llaman; para mí del Paraíso, que todo está en
encontrarnos mientras andamos perdidos.
Cada uno debe hallar en tierra su laberinto y
recorrerlo hasta el fondo para saberse a si
mismo. Lo que es gloria para alguno, para el
otro es suplicio: la mano oscura se dan el
Infierno, el Paraíso. Haber hallado la Puerta,
le agradezco a mi destino, que bien puede no
encontrarla y seguir siempre perdido.
El prisionero
Puesto que está equivocada toda la
Mitología, y el Amor es el hijo extraño de
la Desesperación y los Celos: aquí me
tienes, Amor; aquí está el desesperado y el
celoso sin el cual tu gloria no podría existir.
Si quieres embellecer, arréglate para
enamorarte y para que se enamoren
de ti, porque no hay enamorado feo.
El cuerpo se me estira en manos y
manos, cuando pienso en ti, Amor mío.
Todo mi cuerpo es entonces como un arco
tendido, con flechas cuyas puntas se abren
en cinco dedos.
La Hija Negra del Rey canta a veces
de noche desde su alto encierro; entonces
se abren, en los jardines, las flores
pequeñitas, y el corazón enamorado de
las cosas, todas las cosas, se pone a latir,
enamorado, porque sabe que la Hija
Negra del Rey Negro está presa y que se
muere sola.
Soneto XVIII de Shakespeare
Ama a los leones, míralos bien.
Un león puede ser un ángel
desesperado que se disfraza.
No confundas a los enamorados
con los enamorados del Amor,
especialmente peligrosos porque casi
siempre ignoran su condición extraña
y protestan que actúan de buena fe.
Cuídate de no caer en su apasionada
trampa, porque el enamorado del
Amor te hará caer en un lazo, te
dejará en él y fuego proseguirá su
cacería interminable.
Una palabra y otra palabra, una palabra y
otra palabra, nos rodean, nos envuelven, nos
llevan y nos traen, nos exaltan, nos desdeñan,
nos aproximan a los juegos y los fuegos del
amor y del odio; nos hacen entrever la
claridad celeste. Y esa es la vida; ese bosque
de palabras en el cual nos movemos
dificultosamente, como prisioneros desde que
comenzamos a hablar y a oir. ¿Pero dónde
está entretanto la Verdad? Una palabra y otra
palabra, una palabra y otra palabra, una
palabra y otra palabra, una palabra y otra
palabra, una palabra y otra palabra, una
palabra y otra palabra, una palabra y otra

palabra, una palabra y otra palabra…
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