Tropillas de caballos negros y blancos tiraban de un viejo carruaje, hacían retumbar con ese sonido hueco de la tierra húmeda, y entre árboles cercanos, Zoas casi entre abre sus ojos hacia este lado, hacia el mundo, pero prefirió fundirse en esa luz con olor a bosque y a infinito, ya había estado en ese recinto, ya había visitado en otras vidas el fondo del abismo, y sabía de alguna manera que esa misma fuerza que lo llevó hasta allí ahora serviría para el ascenso, también eso estaba escrito, era una piedra tallada por la palabra del altísimo cuando visitara esas moradas. Zoas siente un profundo alivio, y un suspiro de luz penetra por sus plantas rodeando todo su ser, es como un viento o un líquido luminoso, devolviéndolo finalmente a la cima más alta del Espíritu, cruzando así en un instante de recuerdos la vida Trascendida. Zoas ahora es Libre.
jlc
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