Cuando la copa del árbol es sólo el Universo de los
conceptos, el Alma geometriza, reina la Materia, y el tiempo es lo Sagrado, se
sacraliza la palabra, surgen el dogma de las Santas Escrituras, las religiones
del Verbo, los Mandamientos, la Dialéctica, sometiendo a los pueblos enteros a
la esclavitud de la materia en nombre de Dios o del estado, reduciendo al
hombre a un determinismo racionalista, en nombre de aquello que por esa vía no
se puede arribar, comprobar, criticar, disentir, sin que le caiga la marginación
o la hoguera popular.
Sin unirte casi plenamente a un arquetipo de esta morada
sombría, no salís, pero ese arquetipo tiene que llevar la sombra de una joya
del espíritu, y con ella, combatir a los demonios de la des-memoria, y al par
del combate puede nacer en ti la flor central
de tu memoria retirando tu espíritu del demonio benevolente. Él te acompañó en la alquimia del ascenso, no
importa su nombre, sino su rostro, que es tu primera creación original, tu
antigua barca, que con la fuerza de la belleza en su concavidad permaneces en
tu centro, sin moverte, contemplando todo el conocimiento esculpido por el
tiempo, como una tinta de los dioses, cuando el tiempo se desgrana, surgen con
él los arquetipos de la naturaleza, los hechiceros sirvientes de la creación,
las corrientes invisibles de la vida orgánica, esa inercia te eleva hasta un
punto, evolucionándote sólo para que
trabajes para la continuidad en las formas, intentando crear al espíritu con tu
memoria olvidada, tu ídolo no tiene que ser de barro, tiene que tener algún
grado de libertad, como si algo de la joya supiera, es la síntesis de infinitos
procesos, son lo que no sabes de tu alma, sus sombras, lo que pones afuera anímicamente,
como si no fueras tú, esa síntesis en la forma es un mensajero de tu otra
memoria, sólo un mensajero, no un príncipe de los cielos, sino algo que se ha
creado en los mundos intermedios, mundos de paso como éste.
Y no fue en el enmarque de la palabra transmutada, lo que coronó al infinito, sino el padre mismo del infinito, la noche misma desbordada del otro amor, del otro infinito, de la otra palabra, la coronada por el reino del Silencio.
Jorge Costa
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