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“No existe ni un solo problema de la Vida que no necesite del Arte para ser resuelto.” Conde Hermann Von Keyserling

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“De lo que te alardes adolecerás.” Proverbio Jesuita


FUNDANDO
UN
FANTASMA   (cuento surrealista)

Convoco a todos los genios de la historia para entrar a discutir el viejo problema que yo llamo “fundar un fantasma”.
Este fantasma de mi proyecto posee la virtud de no devorar su propia sombra pues no hay creación del hombre que no la posea.
Los fantasmas comunes que vemos todos los días no los advertimos como tales debido a que se devoran su propia sombra: cuando los encontramos en el bosque, detrás de una hoja de hierba, sobresaliendo su figura detrás de un árbol delgado, debajo de las piedras del camino, haciendo tropezar al caminante, o trepados en las montañas de cima a cima, laxos como una nube; o viajando tapando su rostro con un diario de otra época; en los subterráneos y entre gente pálida de sudores fríos.  O también parados aquí mismo detrás nuestro, o escondidos detrás de un mueble antiguo, o acurrucados del otro lado de las cortinas.  O colgados de la baranda de algún balcón en un rascacielos de invierno, o flameando agarrados muy fuertemente del aspa de un ventilador encendido.  Y también porque no, muy escondiditos en los secadores de pelo de peluquerías de señoras, o paseando un perrito muy pequeñito recorriendo vidrieras, llevando su mascota con una correa invisible, o eligiendo perfumes en galerías interminables.  O en las pescaderías detrás de los teléfonos, o disfrazados de espejos de marcos muy dorados con precios accesibles.  O durmiendo muy plácidamente dentro del sombrero invertido de un pordiosero de ojos claros, o imprimiendo mapas en una imprenta inglesa de 1800.
Pero yo no quiero hablar de los fantasmas de todos los días. Yo creo que ha llegado la hora de fundar un fantasma imposible, que se parezca poco a nosotros, que no se esconda detrás de la sombra del tiempo, que nos mire de frente y sólo miremos.  Que sea amigo de los hombres, y por qué no también de las urracas, que el cuervo de la sabiduría que lleva en su hombro sea de un azul nunca visto.  Que no tenga cuernos en absoluto pero que sin embargo lleve colgando de sus hombros, por una correa de jabalí, el cuerno de la fortuna y todas las riquezas y placeres inimaginables. Y que cuando haga sonar su cuerno en valles y cimas de los hombres todo se centre en el sí mismo de la virtud, hasta que desaparezcan bajo el manto de ese ronquido sordo todas las sombras de los árboles que no dan frutos.  Y que cuando toque su lira el aire adquiera alas y la atmósfera de lo olvidado sea respirable.  Que cuando alce sus manos parta de esa blancura el resplandor de todos los relámpagos de la Historia en un silencio absoluto.  Porque no es cosa de todos los días experimentar que el aire se llena de música, ni perfumes de otras épocas muy lejanas vengan de pie puntilla visitando el presente; ni que aparezcan sorpresivamente en los bolsos de las mujeres monedas de otros imperios, o que los floreros de todas las casas se repleten de flores anunciando la única primavera. O que los trenes veloces y nocturnos crucen respetuosos y en silencio el paisaje del poeta.  O que los aviones vuelen dichosos de volar sin anhelar ningún aeropuerto.  Que sea posible para entonces decir cosas imposibles pero reales.  O escribir un cuento sin que detrás nadie nos observe.  Que la inmensidad no asuste más a nadie. Que las escaleras ni suban ni bajen, que haya caminantes.  Que los cometas dancen una fiesta en el cielo de los niños.  Que no haya división entre las edades. Que el paisaje de la vida no se haga trizas, ni el descorazonamiento se siente jamás en el trono de la certidumbre.  Que todo sea puentes y canales sin sombras detrás de la apariencia.  Que la sospecha de lo anhelado reine un poco más acá del lado de los hombres.  Que el fantasma imposible no tenga sombras ni esté afuera ni adentro del hombre. Que juegue con los niños y los delfines hasta el ocaso del tiempo. Que la luz increada nos revele su otra mejilla.  Que la totalidad reine en el corazón del hombre.
Que sea el último fantasma.
Que lo primero no sea segundo. Que el segundo halle su equilibrio.
Que nuestro amigo invisible nos enseñe a soñar.                          

 Jorge Costa

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